viernes, 27 de junio de 2014

Vinagre para las heridas, dulce azúcar al final...

¡He vuelto! Y antes de nada quería pedir disculpas por no haber podido escribir ningún post ayer, ni siquiera he estado demasiado presente en Twitter, la verdad es que sé que esto no son más que meros "entretenimientos", pero pese a hacer tan sólo dos días que abrí este blog, me está encantando esto de escribir y compartir con vosotros las cosas que siento y pienso.
Ayer tuve tiempo cero, por la mañana tuve que cuidar de mi sobrino pequeño y... ¿cómo es posible que los niños tengan tantísima energía? Os aseguro que si no fuera por los ojitos que me pone cuando quiere que dibuje con él, o que juguemos con sus muñecos, me hubiera dado por vencida mucho antes. Pero vaya, realmente es fascinante la pureza que transmiten los críos, aunque tengas un problema o preocupación, con una pequeña sonrisa suya o un abrazo, tu muro se rompe un poquito más. A veces me pregunto si eso también lo siente mi Amo al mirarme a mí. (Que conste que me resulta terriblemente extraño llamarle Amo, y en este instante quizás muchos me critiquéis por decir eso pero... os advertí que nosotros, pese a comportarnos y llevar las cosas de ese modo, no nos gusta etiquetarnos).
¡No dejéis que me vaya por las ramas!




Ahora es cuando os preguntaréis que a qué viene esta canción... pues bien, ¡os cuento! Tras acabar mis labores como niñera, pasé la tarde con él. Es gracioso porque en realidad es frustrante pasar las tardes con él. ¡No penséis mal! Adoro estar en su compañía, es lo único que necesito en esta vida, estar a su lado siempre. Pero tras el tiempo que llevamos juntos, para mí es muy agotador el hecho de que no tengamos un lugar. Sé que esta sensación se acabará en breve puesto que en dos escasos meses vamos a irnos a vivir juntos, ¡al fin! ¿Sabéis lo muchísimo que ansiaba ese momento? Me pone nerviosa imaginar como será todo, no voy a engañaros, incluso en cierto modo me asusta que las cosas no salgan bien, que la convivencia sea más difícil de lo que espero que sea pero... ¡nada nublará la sensación de éxtasis total que me produce saber que no falta nada para alcanzar esa meta! Lo que sucede es que mientras esperamos a que pasen estos dos meses... deambulamos, mezclándonos entre el gentío que va y viene de un lado a otro... fundiéndonos junto al estrés. Realmente es algo muy típico en nosotros.
Ayer fue una de esas tardes que están entre el cansancio propio que produce este tiempo loco que hace en nuestra ciudad, y mi agotamiento tras haber estado cuidando a un niño de cuatro años toda la mañana... Pero en fin, que quede claro que pese a todo, fue una tarde maravillosa, no necesito demasiado para estar feliz a su lado, su compañía es más de lo que puedo pedir. (Y sí, es increíble lo mucho que me puedo llegar a enrollar incluso escribiendo. Si es que ya me dice él que soy una parlanchina...).
El caso es que mientras íbamos en el coche, buscando un maldito lugar en el que aparcar... comenzó a sonar en la radio Carolina, de M-Clan. Él se puso a cantarla, por supuesto totalmente consciente de lo muchísimo que me gusta que cante, me quedo boba escuchándole. Y yo simplemente me dejé llevar, recordando como hace tres años, una semana después de habernos conocido, me abrazó, agachó un poquito la cabeza hasta mi oído, y comenzó a cantarme una canción de una manera muy suave, causando esa sensación que sólo él es capaz de provocar en mí. Fue ahí cuando descubrí que las "mariposas en el estómago" sí que existen.
Después centré mi atención en la letra de la canción y pese a que yo no me llamo Carolina, realmente sentí esa canción un poco como mía, como nuestra. ¡Tal vez es absurdo! Lo que sé es que de noche se lo comenté, y "analizamos" un poco la letra: se supone que Carolina es una niña, ya sabéis, "no tiene edad para hacer el amor", pero ella le incita, se mete en su cama, él sabe que no debe, se resiste, pero la desea, ella es juguetona, dulce, divertida... ¡Y la verdad es que es un poco como nuestra historia! Mi Amo es un "obseso" del control, siempre piensa todo mil y una veces y yo... yo soy como ese contraste en su vida, como ese punto de locura... ¡yo soy una sumisa muy aniñada, muy impulsiva! Fallo, fallo, y... fallo. (Aunque a veces también hago las cosas bien, no os vayáis a pensar...). Pero aunque él me corrija y yo aprenda de mis errores, tras el castigo, él sonríe, y sé que le gusta que falle, sé que ese punto de dulzura o naturalidad que me proporciona el ser inexperta, el ser un poco niña, le enamora. Y también sé, aunque no lo admita, que cuando lea esto va a sonreír de ese modo tan bonito, con esa sonrisa tan linda que tiene.

Gracias por ser mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario