martes, 11 de noviembre de 2014

A veces simplemente no hay marcha atrás.

Podría decir mil cosas en este instante y probablemente ninguna con coherencia. Estoy en uno de esos momentos en los que mi cupo de agotamiento se ha desbordado, pero desbordado de manera exagerada, no puedo más. Con nada. No puedo.
Me siento perdida como hacía tiempo que no me sentía y disculpadme si no os doy el motivo, prefiero guardarlo para mí. Sea como sea necesitaba desahogarme, a veces una no puede más y explota irremediablemente.

A cada mínimo paso que doy, avance, a cada sonrisa que intento sacar, los consejos que trato de dar, el mirar el lado positivo de todas las cosas y el disfrutar de los pequeños detalles, de las cosas buenas que muchas veces pasan desapercibidas... ¿Dónde queda eso? Sobre todo si siento que esa fuerza y energía se me consume poquito a poco. Tal vez soy una egoísta, supongo que alguna que otra vez me lo han dicho, pero mi egoísmo no es tan complicado, ¿no? O al menos eso pienso yo. Lo único que necesito es reír, es sentir que soy libre y feliz. Es tener esa dosis de energía diaria que alguien más te puede aportar, sólo quiero disfrutar de todo. Disfrutar...
A veces, por un segundo, pienso en tirar la toalla, en desaparecer y empezar de cero lejos, gente nueva, un lugar nuevo, sin que nadie sepa nada de mí, en el que pueda ser quién yo soy y no haya jaulas invisibles, cadenas, lágrimas, ni por supuesto negatividad.

¿Realmente pido tanto? ¿Querer sonreír es tanto?

No hay comentarios:

Publicar un comentario