martes, 18 de noviembre de 2014

Capítulo 5. Ariane.

Escondí el diario bajo el colchón de la cama provisional que habíamos instalado en mi cuarto, no era el lugar más cómodo del mundo, pero habíamos acondicionado mi habitación para poder proporcionarle a Gabrielle un pequeño rincón que fuese lo más agradable posible, no tenía muy claro cuanto tiempo se escondería en nuestra casa, ni siquiera sabía si teníamos algún otro plan o opción a la que poder recurrir, las cosas tampoco estaban resultando fáciles para mi familia, pero jamás la dejaríamos tirada, eso era lo único que teníamos claro.
No soportaba aquella presión que estaba viviendo, sentía una sensación similar a la que había vivido hacía años cuando mi padre, una noche, no regresó jamás a casa, o cuando mi madre nos hizo subir a aquel barco con destino incierto a mis hermanos y a mí. No podía dejar de mirar la fotografía de mi familia. Mis verdaderos padres, mis hermanos… Mirar aquella imagen me hacía sentirles cerca, como si nunca se hubiesen alejado de mí. ¿Dónde estaría Bernat? Necesitaba su fuerza, su cariño. Les añoraba. Camille y Fabien siempre habían sido generosos conmigo, me habían tratado como a su hija, me habían cuidado y dado todo, pero aún así no podía evitar echar de menos lo que la guerra me había arrebatado.
Sentía que poco a poco me estaba rompiendo en mil pedazos y no tenía ni idea de cómo remediarlo. No podía escaparme de los problemas que nos acechaban. Mis historias, mis fantasías… ya nada de aquello tenía sentido en aquel momento, ni siquiera ellas lograban entretenerme, alejarme de aquel maldito mundo en el que vivíamos.

Observé como Gabrielle continuaba durmiendo. Al fin había logrado conciliar el sueño, se lo merecía, necesitaba descansar. Estaba tan débil, parecía tan frágil. A veces deseaba contarle quien era en realidad, hablarle de mi pasado, de mi verdadera familia, pero hacía tiempo que me había dado cuenta de que no se podía confiar en nadie cuando se trataba de salvar la vida, Camille me lo había dejado muy claro desde el primer momento que cogió mi mano y me prometió cuidarme, protegerme, y no dejarme sola jamás. Se lo debía todo a ella.

Comprobé que el diario estaba bien escondido y volví a mirar hacia mi amiga. Parecía tranquila por primera vez en días.
Gabrielle era más mayor que yo. Una joven que siempre me había transmitido alegría y tranquilidad. Sus facciones estaban muy marcadas pero eso nos pasaba a muchos de nosotros en aquella época, el hambre pasaba factura. Su rostro era afilado y a la vez muy dulce. Su piel era morena, sus labios finos y rosados, y sus ojos… sus ojos me parecían preciosos, de un color marrón similar al de la miel.

Sentí lástima por ella. Yo sabía lo que era tener que separarse de las personas que más amabas en el mundo. Sólo deseaba que al menos Gabrielle pudiera reencontrarse con ellos algún día, que todo finalizase y pudiesen ser una familia unida y feliz de nuevo. Aunque tal vez eso no era más que uno de mis sueños.
Ya había pasado una semana desde que Elise y Albert Moreau habían sido arrestados. Elise, en un acto desesperado por salvar la vida de su hija, le había pedido a Camille que la escondiese en nuestra casa. Eso me hacía recordar a mi madre, a mi maravillosa madre Emilia… al fin y al cabo ella había sacrificado todo por nosotros, sus hijos. Me enfurecía pensar en ella, en Guernica, en si estaría viva… ¿qué pasaría si supiera que su hijo pequeño, Pablo, había fallecido? ¿qué pasaría por su cabeza al saber que sus otros dos hijos estaban separados, sin saber nada el uno del otro? Aunque en mis documentos constase que me llamaba Ariane Gaudet, yo seguía siendo aquella niña que correteaba por las calles de su ciudad, que jugaba con sus hermanos, que amaba a su familia y que apoyaba a la República y jamás dejaría de hacerlo pese a que las cosas ya estuviesen más que perdidas. Siempre seguiría siendo Ariane Ulloa, y eso nadie me lo quitaría. Necesitaba saber de ella y de mi familia biológica.

Evidentemente conocía los riesgos que corríamos escondiendo a Gabrielle en nuestra casa. La Gestapo nos estaba investigando y era inminente que se produjese alguna de sus visitas periódicas a la librería. Que mi padre hubiese defendido a los Moreau fue un gran aliciente para que lo hicieran. Añadiendo a ese suceso, el incidente en el hospital en el que trabajaba mi madre, todas las miradas recaían sobre los “traidores” Gaudet. Si además la hija de la familia de judíos que vivían frente a nuestra casa había escapado... Todas las pistas señalaban hacia nosotros, o al menos aquello era lo que yo pensaba.
No tenía ni idea de si mis padres pertenecían a la Resistencia. Ellos jamás me decían nada, a decir verdad, hablar sobre política, sobre la Ocupación, pronunciar el nombre de Hitler… todo aquello parecía ser tema tabú en mi casa. No les podía culpar, yo no era más que una niña que lo único que había aprendido de la vida es que la realidad que nos rodeaba era la más despiadada e injusta de todas.
Lo único que sabía es que mi padre, el viejo Fabien Gaudet, aquel hombre risueño y afable, empeoraba por momentos postrado en la cama de su habitación. Su corazón estaba débil, y tanto Camille como yo temíamos lo que pudiera suceder.
No podía parar de pensar en lo que ocurriría si la Gestapo descubriese que ocultábamos en nuestra casa a una judía. Pero la verdad era que tener allí a Gabrielle, dormida en mi habitación, no había sido una opción. Pero pese a todos los problemas que podía acarrearnos, pese al peligro que corríamos… la cuidaríamos y protegeríamos del mismo modo que yo había sido cuidada y protegida hacía años. 

Cerré la puerta de mi cuarto con sigilo para no despertar a mi amiga. Recogí mis cuadernos, esos en los que escribía todas mis historias y fantasías, y me encaminé a la librería de mi padre.
Era yo la única que atendía el negocio familiar, dejando mis estudios a un lado. Debía hacerlo, la gente hubiese sospechado si de pronto nunca viesen la librería abierta. Mi madre debía cuidar de mi padre, y yo… yo tenía que hacer algo por los dos y tratar de llevar dinero a casa, el dinero que fuese posible.
Resoplé, me sentía frustrada.

No pude pasar por alto el hecho de que la puerta de la que hasta entonces había sido la casa de los Moreau se encontrase abierta de par en par. Mi instinto me gritaba que me alejase de allí, que me metiese en mis propios asuntos y me dirigiese a la librería de una vez por todas pero mi curiosidad… mi curiosidad era prácticamente imposible de ser reprimida, durante toda mi vida eso había sido algo muy complicado.
Dejé mis dos cuadernos sobre el suelo del pasillo, no solía separarme de ellos pero en aquel instante me entorpecían. Quería explorar la casa de los Moreau, rescatar sus historias, recuperar sus pertenencias y entregárselas a Gabrielle, descubrir qué había ocurrido.
Miré a mi alrededor y me estremecí. Aquella era una de esas casas que acechaban todas y cada una de mis pesadillas. Parecía un lugar sacado de lo más profundo de mi imaginación. Un escenario aterrador, carente de vida, de esperanza.
Parecía imposible que una familia pudiera haber estado viviendo allí, parecía imposible que de la noche a la mañana les hubiesen arrebatado todo de aquel modo.
Extendí un brazo y rocé la pared suavemente. El papel de las paredes había sido arrancado de cuajo. Los cuadros, los espejos… nada decoraba los espacios vacíos, simplemente se notaba su sombra, la marca que recordaba que en algún momento aquel había sido un hogar como cualquier otro. Los marcos de las fotos… todo se encontraba tirado por el suelo, rodeado de miles de papeles sucios, de documentos antiguos que amarilleaban debido al paso del tiempo.

Me agaché y recogí una pequeña foto de la familia de mi amiga. En ella se veía a Elise, de pie al lado de un sofá en el que se encontraba sentado su elegante marido Albert, tras ellos estaba Gabrielle, sonriendo. Transmitiendo toda la paz del mundo a través de esa sonrisa… ¿podría ver ese gesto en ella una vez más?
Guardé la fotografía en el bolsillo de mi falda apresuradamente y decidí continuar rebuscando entre los papeles que allí había.

-¿Quién eres tú?
Solté el aire que había en mis pulmones de golpe, y comencé a sentir el frenético latido de mi corazón.
Me habían descubierto, aquel sería el fin.


Desde allí, en el suelo, mi mirada se topó con unas lustrosas botas negras que se acercaban con paso tranquilo y a la vez firme hacia mí.

2 comentarios:

  1. Hoy es miércoles, vengo a ver si has publicado capítulo y me doy cuenta que ya lo habías publicado hace un par de días y no me había enterado... :( Con lo que me gusta a mi leer los capítulos el día del estreno! Jopetas! Cada capítulo está más interesante!!! En el siguiente ya se conocen y hablan no?? Tengo ganas de ver como se relacionan :D

    No has pensado lo que dijo Merovingio de publicarlo y ganarte un dinerillo? No es mala idea, el libro está bien :D Yo lo compraría, I promise you! :)

    PD. Prometo que "Jopetas" hacía años que no la utilizaba, más de media década!! De verdad!!! No la volveré a utilizar que es muy repipi!! Pero era la mejor manera de expresarme en ese momento!!

    L

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    1. No sé muy bien dónde publicarlo! Por ahora había pensado abrir otro blog y adjuntarlo a este para ir subiendo todos los capítulos publicados y que no os hagáis un lío para buscarlos entre tantas entradas. Ojalá algún día pudiese publicarlo y ganarme un dinerillo, me vendría genial, y además haciendo algo que me encanta.

      Esta semana adelanté el día, tuve un ratito libre y decidí publicarlo. Y atenta porque tal vez hoy haga lo mismo con el siguiente capítulo que es de Eduard! Ya veré, a ver si puedes estar pendiente por la tarde :D

      P.D: Yo a veces también soy muy repipi, no te preocupes jajajaja

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