viernes, 31 de octubre de 2014

Halloween, señores.

El miedo hiere más que las espadas. Sí, los frikis de Juego de Tronos reconoceréis esta frase, y la verdad es que tiene mucha razón, os lo aseguro. De pequeña siempre fui una niña muy miedosa, supongo que todo gracias a mis hermanos mayores. Mi hermana y yo compartíamos habitación hasta que mi hermano se fue de casa y tuve un sitio exclusivo para mí, pero hasta entonces ya podéis imaginaros... las noches eran esos momentos que ella adoraba para contarme historias de fantasmas, de duendes que en teoría subían a mi cama mientras estaba dormida, de muñecas que de noche cobraban vida... Era cruel. Mi hermana era cruel conmigo, aunque a la vez se lo agradezco mucho, creo que ayudó a que a día de hoy tenga la imaginación que tengo. Ahora pensar en duendes, hadas, criaturas fantásticas, fantasmas... ahora todo eso tiene otra perspectiva en mi mente.

En un momento dado de mi vida, sobre todo cuando era muy pequeña, tuve algunas de esas experiencias paranormales de las que mucha gente se ríe. Que sí, que estoy un poco loca y todos lo sabéis, pero os juro que es verdad. Podéis creerme o no, pero supongo que hay personas más sensitivas para ciertas cosas. A veces simplemente no existe explicación para algo. ¡Venga, os lo voy a contar! Esta noche es Halloween, ¿no?
Esto sucedió cuando tenía tres años, yo no lo recuerdo con exactitud, pero mi madre suele rememorarlo muchas veces, creo que ella fue la única que me creyó. Veréis, cuando yo cumplí un año mi abuela se murió, estaba enferma, tenía cáncer... Maldito cáncer. Yo no la recuerdo, es imposible que lo haga, las únicas imágenes que tengo de ella son las de las fotos, de fotos con mi familia y conmigo en brazos cuando no era más que un bebé. No sé la razón, pero una mañana le dije a mi madre que no podía dormir bien porque la abuela venía a hacerme cosquillas. La verdad es que yo me despertaba siempre, todas las noches, con las sábanas por los pies y quejándome medio dormida de que no me hiciese más cosquillas. No puedo deciros que lo que sintiese fuesen cosquillas de verdad, pero sí notaba algo. ¿Miedo? Puede ser. El miedo a veces nos hace sentir o ver cosas que no son más que producto de nuestra imaginación.
Lo que sucede es que hace tres años uno de mis tíos también se murió. Yo siempre tuve mucha relación con él y a mí su muerte me marcó mucho, era algo que no esperaba o que no quería aceptar y vaya... Tal vez fuera de nuevo el miedo, aunque no lo creo, no era eso lo que yo sentía... pero os prometo que noté algo. Supongo que a veces las personas necesitamos anclarnos a algo, una esperanza o como lo queráis llamar, pero creo que existe una energía especial y que la gente que te quiere de algún modo permanece contigo, en tu recuerdo, en tu alma, pero permanece, es esa buena energía que te transmiten las personas, eso que te hace levantarte cada día y esforzarte y luchar cuando caes. Quizá os parece una tontería lo que estoy diciendo pero no puedo mentir, son cosas que he vivido y a las que les he dado mi propia explicación.

El caso es que con esto yo me planteo cómo es posible que le tengáis miedo a los "monstruos", ¡pero si son maravillosos! Son criaturas fantásticas con aspecto horripilante que nos hacen poner los pelos de punta, que hacen que de noche, con una simple sombra, podamos imaginar mil cosas.


Tal y como me dijeron mis padres mil veces todas aquellas noches en las que no era capaz de dormir porque tenía miedo de cualquier tontería: "Ten miedo de los vivos, no de los muertos".
¡Qué gran verdad! Los padres no mienten y eso es algo de lo que te vas dando cuenta a medida que te haces adulto. A quien deberíamos temer en realidad es a todos esos que roban, que estafan, que envidian, que pisotean, que se ríen y hacen daño a quien tienen a alrededor. Si, esos... esos a la hoguera.

Y recordad que soy gallega y... Meigas, habelas hainas.

jueves, 30 de octubre de 2014

Quiero llorar y quiero amar pero todas mis lágrimas se han agotado.



Tras la anterior entrada que acabo de publicar (y el peso de encima que me he quitado), quería dejaros esta canción aquí en el blog, hace unos días la puse en Twitter pero por si alguno de vosotros no la ha escuchado... Quería dejar constancia de ella también aquí. En un momento dado no paraba de escucharla, de hecho, cuando comencé a dar vida al personaje de Eduard Schulz, ya sabéis, el protagonista del capítulo de ayer de mi novela, me inspiró muchísimo, ya iréis descubriendo el motivo. En fin, os dejo con ella, con mis palabras y sí, con lo pesada que puedo llegar a ser...
Disfrutad de lo que queda de jueves, o como muchos le llamáis: "juernes".

Nosotros, las marionetas.

El juego de la vida. Vaya juego más injusto, ¿no? Cada día me enferma más esta sociedad, a mí, a una niñata estúpida que aún acaba de comenzar a descubrir el mundo. ¡Pero vaya mundo! A veces intento ver únicamente el lado bueno de las cosas, y consigo hacerlo, pero es egoísta. Creo que ese es el problema de los seres humanos, nos resulta muy fácil no mirar alrededor, no vaya a ser que la mierda nos salpique. No voy a mentir, tal vez decir todo esto me convierte en una hipócrita puesto que yo estoy aquí, escribiendo en un ordenador, sentada en mi mullido sofá, calentita en mi casa disfrutando de todas las facilidades de las que desgraciadamente carece mucha gente. No planeo ni quiero irme de "justiciera", no lo soy, ni tampoco me creo ningún ejemplo a seguir, estoy cargada de errores, de defectos que ojalá vosotros no tengáis pero por suerte tengo una virtud, sé abrir los ojos. 
Si tuviera que explicar cómo es el mundo en el que vivo no dudaría en la respuesta, simplemente es injusto. Muy injusto. Día tras día te encuentras con una noticia nueva, con algo que te confirma una vez más la capacidad que tienen de mentirnos y de reírse de nosotros una y otra vez. Lo triste de esto es que ya no nos sorprende nada, al menos a mí. 

Vivo en una sociedad en la que si eres diferente, tan solo un poco diferente, la gente se aparta de ti como si tuvieses la peste. Una sociedad en la que es más fácil juntarse con los fuertes y pisotear a los débiles, reírse de los demás por su aspecto, por su forma de ser, por su forma de hablar, de pensar... 
¿Acaso no tenemos todos cosas que esconder? 

No hace mucho me pasó algo muy curioso, estaba en una parada de bus y tres chicos de color se sentaron a mi lado, no había nadie más. Uno de ellos empezó a hablar conmigo, me dijo su nombre, de donde era... fue un encanto y me transmitió esas buenas vibraciones que últimamente muy poca gente me transmite. Yo me sentía muy cómoda hablando con él y la verdad es que hasta que llegó mi bus no paré de hacerlo. Al rato de estar allí dos señoras llegaron, eran mayores y nosotros nos levantamos para que pudiesen sentarse. ¿Qué hicieron? Quedarse a una distancia prudente, como si las fuésemos a matar. Ese detalle me pareció insignificante pero lo que en realidad me dolió fueron sus miradas, la forma que tenían de mirarme a mí, como si fuese rara, como si estuviese haciendo algo raro por hablar con él. Nunca volví a ver a ese chico, ni siquiera recuerdo su nombre, pero no soy capaz de olvidar la situación. ¿Cómo podemos vivir en un mundo así? 

La verdad es que si a veces no me pongo a gritarle a la gente en plena calle que son unos gilipollas es simplemente porque mis padres me han dado educación, eso de lo que otra mucha gente carece. En muchas ocasiones hasta me he sentido juzgada por lo que estudio, o por las cosas que me gusta hacer. ¿Acaso tengo que pedir perdón por ser quién soy? No, amigos, no estudio una ingeniería, o derecho, o economía, no me comporto como el resto de chicas de mi edad, no me gusta hablar con la gente, ni sonreirle al mundo, ni ser la chica que se supone que debería ser para otras personas. Soy una soñadora, una borde, una cría, una tía que está más perdida que otra cosa, pero soy yo y eso no me lo puede quitar nadie. 
Me siento orgullosa de mí y de quien me rodea. Me siento orgullosa de tener una madre que se dedica al servicio doméstico, que con 63 años se levanta a las 6:30 de la mañana, vuelve a su casa a la 13:00 y a las 16:00 se vuelve a ir a trabajar. Me siento orgullosa de mi padre, ese hombre que lleva desde los 14 años trabajando en el puerto de La Coruña, que con un enfisema pulmonar se levanta a las 4:00 de la mañana, compra pescado, carga cajas, transporta pedidos de un lado para otro, y aún así... sí, aún así, su sueldo no llega ni a los 700€, ese hombre que ha superado una depresión cuando yo no era más que una adolescente por culpa de su trabajo.
Sí, me siento orgullosa de la educación que me han dado, de los valores que me han enseñado. 
No, no soy el culmen de la sabiduría y de la bondad, repito: no soy un ejemplo a seguir. Pero sé lo que es vivir, cada día lo descubro un poco más. 

Decidme todas esas personas que juzgáis a los demás... ¿Os habéis parado a mirar a vuestro alrededor? ¿Habéis agachado la mirada tan solo un segundo para observar a esas personas que están tiradas en la calle? ¿Habéis sentido alguna vez en vuestra vida lo que es esforzarse por conseguir algo con todas tus fuerzas? Lo dudo, dudo que vuestra "dignidad", vuestro "status social" os lo permita. Lo dudo mucho. 

¿Y esto a que viene? Pues sí, a que este mundo es una mierda. 

miércoles, 29 de octubre de 2014

Reacciones de mi "yo" vergonzoso.

En este instante estoy  tal que así: sí, sí, como esos gremlins.
Como veis, os prometí que publicaría el capítulo 2 de mi novela entre hoy y mañana y al final este ha sido el día escogido. Espero que os haya gustado, de verdad. De hecho ya sabéis la ilusión que me hace que los leáis, pero en fin, sé que publicándolos me arriesgo a las buenas y malas críticas, y esas, las malas, son las que más me ayudan a mejorar día a día y a poder darme cuenta de mis errores. Tened en cuenta que soy una principiante y que desgraciadamente esto sólo puede ser un hobby. ¡Ojalá algún día tuviese suerte! ¿Os lo imagináis? Tal vez soy demasiado soñadora... En fin, sea como sea, os dejo mi capítulo y ya sabéis que la próxima semana tendréis el 3, hasta entonces no queda otra opción que conformarse con el resto de mis publicaciones, esas donde saco mi lado "rarito" o alocado.

Por cierto, gracias por estar siempre ahí leyéndome. Sois geniales.

Capítulo 2. Eduard.

Me quité el uniforme lentamente, como si estuviese atrapado entre un montón de prendas de plomo, como si con cada minuto que pasase más hastío me produjese todo lo relacionado con mi trabajo, con mi vida, incluso conmigo mismo. Cada día odiaba más mis labores de oficina. Yo, un teniente nazi… ¡Maldito momento en el que había aceptado trabajar a las órdenes de Hans von Kristchner! Ese cerdo, borracho e ignorante de von Kristchner... él era mi superior y aunque yo no soportase la situación, no me quedaba otra opción que trabajabar bajo sus órdenes. Exactamente mi labor era atemorizar, interrogar, presionar, y cualquier artimaña que se me ocurriese, para expropiar obras de arte, las obras de arte que von Kristchner deseaba en su colección personal. Pese a tener permitido vivir en un apartamento de la ciudad de París y gozar de otros tantos privilegios que en otro momento hubiera deseado, ahora no hacía más que sentirme vacío, que añorar una vida pasada que me había sido arrebatada.
Añoraba volver a ser aquel hombre despreciable que antaño había sido, un ser mucho más monstruoso de lo que me habían considerado en el frente, asesinando sin piedad a mis enemigos. Nunca dejaba de preguntarme si realmente eran mis enemigos o si tan solo eran hombres como yo a los que no habían enseñado otra cosa que no fuera matar. Pero nosotros no teníamos permitido pensar, esa no era nuestra función en aquel juego llamado guerra. Mis manos ya estaban demasiado manchadas de sangre, y yo no era más que una marioneta que sólo sabía cumplir órdenes, sólo sabía provocar sufrimiento. Pero ese mismo sufrimiento me causaba placer. Un placer que tarde o temprano me llevaría a la locura. Ya nada importaba.

Me recosté en el sofá del salón mientras me encendía un pitillo. Miré a mi alrededor y bufé. Todo ese lujo, todos aquellos muebles, aquellos libros, esa música… despreciaba absolutamente todo. Hubiera dado todo por estar pegado a mi fusil una vez más, por arrastrarme en la tierra, escuchar los gritos desgarradores del bando enemigo, sentir la furia, adrenalina y miedo. Aquel era mi sitio, no este. Aquella era la vida que añoraba. No existía otro Eduard Schulz, nunca existiría.
Hamburgo era la ciudad en la que había nacido. Había sido criado por mi padre y su segunda esposa. Mi madre había fallecido poco después de mi nacimiento, hecho que jamás me perdonaría a mi mismo.
Decir que mi vida había sido fácil no sería más que una sucia mentira. 
Frank Schulz, mi padre, me despreciaba casi tanto como yo a él. Su hijo… músico, amante del arte, inseparable de lo diferente. Jamás había sentido por mí algún tipo de afecto. Sobre mi espalda aún descansaban los recuerdos que me había dejado antes de su muerte, cicatrices que dolían más que las ganadas en la guerra. ¿Qué me importaba que me faltasen dos dedos de la mano izquierda? ¿Qué me importaba la cicatriz que recorría mi mentón y mi ceja derecha? Todo aquello eran pequeñeces comparadas con los recuerdos. Los malditos recuerdos que me atormentaban cada noche con el rostro de mi padre, ni siquiera la guerra y las muertes con las que debía cargar en mi conciencia borraban aquella imagen.
Odiaba a mi padre, a él y a su esposa. Siempre me habían despreciado, y ella jamás había sentido por mí cariño, ternura, ni siquiera pena, únicamente era una mujer frustrada por no darle al asqueroso de su marido el varón que siempre había deseado tener. 
Pero una noche cambió todo, una noche que nunca olvidaría, su muerte fue inevitable en la Gran Guerra. Un oficial de la Wehrmacht como era Frank Schulz, muerto. Fue entonces cuando mi vida comenzó, al fin fui libre.

Traté de olvidarme de Hamburgo y de la vida que allí había tenido y me fui a Múnich. Amaba el arte, todas sus formas de expresión, toda la vida y la gente que conocí, era como si de algún modo hubiese nacido de nuevo. Allí pude compaginar mis estudios en Historia del Arte con un pequeño trabajo en un café de la ciudad donde tocaba el piano, la verdad es que no era más que un principiante, ni siquiera sabía tocar más de tres piezas, pero Emil, el dueño del café, había visto algo en mí, quizá se trataba del cariño mutuo que nos profesábamos o de que yo había visto en él al padre que siempre había deseado tener. 
Aquella fue una buena época para mí. En el café fue donde conocí a Greta, una increíble y maravillosa mujer judía que me enseñó por primera vez en la vida lo que era amar. Ella frecuentaba cada tarde el lugar, sentada en una solitaria mesa, posando un cigarrillo sobre sus carnosos labios, labios donde me perdía sin descanso, donde hubiese amanecido cada día de mi vida.
Pero yo no era más que un alma maldita, me convencí a mi mismo de que todo en mí era oscuridad. Se la llevaron, una noche... se la llevaron, la sacaron de mi lado. Deseé matar a cualquiera que se atreviese a ponerle las manos encima, pero… no pude. Fui un cobarde, un cobarde que se cruzó con Hans von Krischner en su camino, un cobarde que se vendió a cambio de la vida de la mujer a la que amaba.
Lo único que von Krischner quería de mí eran mis conocimientos, lo único por lo que me había dejado vivir era por su propio beneficio, por sus ansias de aumentar sus colecciones de arte robadas. Ya entonces me veía útil para sus propios intereses.
Nunca más supe nada de Greta, ni de Emil, ni de mi piano, mi música, mis sueños... Nunca más. Lo único que traté de hacer fue acallar los recuerdos combatiendo en la guerra. Únicamente matando sentía paz. Me había convertido en un hombre sin alma, era el fiel reflejo de aquel al que durante mis treinta y cinco años de vida tanto había odiado, mi padre.

No hacía más de un mes que Hans von Krischner me había hecho llamar a su despacho en Berlín. Fue allí donde me propuso trabajar para él en París, apropiándome de numerosas obras de arte para engrosar su gran colección personal. Me negué, no estaba dispuesto a que me utilizase de ese modo para conseguir lo que quería, pero… de nada servía hacerlo. No dudó en rememorar a Greta, la mujer judía de la que me había enamorado en el pasado, e insinuarme que tal vez, en un campo de trabajo volveríamos a encontrarnos.
París nunca me había parecido tan carente de luz.

Estaba tan sumido en mis propios pensamientos que apenas escuché como llamaban a la puerta de casa. Sabía que era ella, todos los viernes acostumbraba venir, su marido estaba demasiado ocupado en los burdeles de la ciudad, ¿cuál tocaría esa noche, el One Two Two tal vez?

-No tenía muy claro que fuese a venir,- dijo la arrogante mujer, apartándome a un lado.- He conseguido una maravillosa pieza para mi colección, no vas ni siquiera a creértelo.
-Sorpréndeme.- murmuré, ofreciéndole un pitillo y una copa de vino que ante mi sorpresa, rechazó.
Contemplé como se sacaba el abrigo de piel y me mostraba una joya que llevaba al cuello.
Fruncí el ceño y la observé, tratando de identificar lo especial que había en aquella joya, no era más que una piedra con forma de lágrima y con una diminuta pieza en su interior de color rojo.
Incluso me sorprendía ver a Christa von Krischner, la mujer de mi superior, con algo tan sencillo encima, siempre llevaba numerosos collares, anillos, pendientes de inconfundible valor, no entendía que diferenciaba a ésta y porqué se molestaba siquiera en mostrármela.
-No me digas que no sabes lo que es.- añadió, mientras veía la confusión en mi rostro.- El pacto de sangre.
Esbocé una leve sonrisa. Era absurdo que se estuviese refiriendo a eso. No era más que una historia, una leyenda sin pies ni cabeza.
-No seas mediocre Schulz, mi marido va a pedirte que lo investigues. Él mismo fue a la casa de la familia, él mismo lo encontró.- continuó diciendo- La leyenda es cierta.
-¿No me digas? ¿Encontró el cuadro entonces?- traté de no reírme.
Christa me lanzó una mirada de odio y comenzó a hablar de nuevo, prácticamente escupiendo las palabras:
-No encontró el cuadro, estúpido, pero estamos cerca de él. Una familia de judíos, los Moreau… ellos tienen toda clase de obras de arte, entre ellas tienen tres cuadros atribuidos a Sandro de’Marchesi ¿Entiendes lo que eso significa?
Me senté a su lado, interesándome por primera vez por algo que me contaba. ¡Tres obras de Sandro de’ Marchesi juntas! No podía creérmelo.
-El colgante también estaba en su casa, Eduard. No son casualidades, estamos cerca del cuadro.
La miré fijamente, pensativo. Recordaba como si fuese ayer el día en el que había estudiado a Sandro de’Marchesi. Siempre me había atraído su secretismo, a decir verdad, todo el mundo se sentía atraído por él y la oscura leyenda que arrastraba.

El pacto de sangre. Ese era el nombre que acompañaba a aquel misterioso cuadro del que hablaba Christa. Pocos se habían atrevido a buscarlo y muchos eran los que hablaban de él y de su existencia, pero la verdad era que no se conocía a nadie que lo hubiese visto jamás.
Decían que El pacto de sangre era un cuadro hecho de la furia, del odio y dolor. Un simple lienzo impregnado en sangre. Nadie sabía más de la historia, ni de quien era la sangre, ni siquiera el motivo por el cual Sandro de’Marchesi había hecho algo así, pero lo que todo el mundo con conocimientos de arte y de esa leyenda sabía, era que una terrible maldición acompañaba a cualquiera que osara tener en su poder dicho cuadro.
Además, se hablaba de que un misterioso colgante atribuido a la mujer de Sandro de’Marchesi había acompañado al lienzo durante más de doscientos años.

Que tres cuadros de ese pintor hubiesen aparecido juntos en la casa de una familia de judíos y junto a ellos el colgante, era extraño… muy extraño. Tal vez El pacto de sangre no fuese una simple leyenda aunque personalmente, nunca había creído en las historias de maldiciones.
-¿Qué piensas?
-Rememoraba la historia del cuadro.- respondí, regresando al mundo real.
-¿Te asusta? Dicen que no augura nada bueno tener ese cuadro en poder. Teniendo en cuenta que el cuadro puede estar con una familia de judíos…- se echó a reír- Sea como sea lo quiero para mí. Tiene que ser mío.
-Dirás de tu marido.- le corregí.
-Ese cerdo de Hans… pronto te hablará de lo que te acabo de contar. Mantenme informada, Eduard.
Asentí con la cabeza, sólo quería que se quedase callada. No pensaba darle ningún tipo de información, menos a ella… era patética.
Me sonrió y comenzó a desabrocharse los botones de su blusa. En cierto modo me resultaba gracioso ver como de un momento a otro su comportamiento cambiaba. Era una mujer extraña, arrogante, caprichosa, cruel, mala…
Acostarme con ella simplemente me proporcionaba una leve venganza, una forma de silenciar mis pensamientos, de al menos pasar un rato en el que no importase nada más que un deseo carnal, prohibido.

Observé desganado como se desnudaba. Christa von Krischner tenía cuarenta y muchos años, la juventud se le escapaba pero pese a ello, no podía negar que era una mujer bella. Llevaba el pelo ondulado, corto y perfectamente peinado. Era rubia y tenía los ojos azules, carentes de luz. Cerca de los labios que acostumbraba a pintar de un color rojo muy intenso, se dibujaba un lunar. Iba tan maquillada…
-Déjame desnudarte.- susurró en mi oído.
Repudiaba su olor, su perfume fuerte me atontaba. Su voz en mi oído, lejos de excitarme, me apesadumbraba.
No había lugar para la dulzura. Agarré su muñeca con fuerza y atrapé sus labios con mis dientes, deseando causarle sangre. Ella se quejó pero no se apartó de mí, nunca lo hacía.
Le permití quitarme la camisa y bajarme los pantalones del uniforme.
Contemplé como al mirar mi mano izquierda carente de los dos dedos que había perdido en la guerra, giraba la cabeza. No me importaba que le causaran repulsión, estábamos en paz… a mí también me resultaba repulsiva ella y su cara de placer.
La giré contra el sofá, poniéndola de espaldas hacia mí y me hundí en ella con furia. Clavé las uñas en sus diminutas caderas y acallé sus gemidos exagerados.

Nada me importaba, ni Hans y Christa von Krischner, ni El pacto de sangre, ni siquiera yo mismo.

martes, 28 de octubre de 2014

En alguna calle de una ciudad cualquiera.

"Llevo tiempo teniendo ganas de hacer esto, de simplemente escribir sin que importe nada más, sin miedo a pensar en quien puede estar leyendo estas palabras, pero sobre todo, sintiendo un profundo alivio por saber que al fin voy a quitarme un gran peso de encima. Ya era hora de abrirme y ser sincera conmigo misma, eso es lo principal que una persona debe hacer para poder avanzar y dejar atrás todos esos fantasmas que a veces nos impiden continuar del modo en el que queremos hacerlo. La verdad es que últimamente en mi vida hay demasiadas sombras, pero me he propuesto dejarlas atrás y en eso tú juegas un papel fundamental. Sí, tú, la persona que algún día, dentro de unos meses quizás, espero que pueda leer este diario. 
Permíteme mostrarte mi vida, hacerte partícipe seas quien seas de todo esto. Cuando todas estas páginas estén escritas con mis secretos, mis esperanzas, sueños, miedos... Será entonces cuando en alguna calle de una ciudad cualquiera dejaré este diario, esperando que lo encuentres y que de algún modo, aunque yo no sepa quién eres tú, ni tú quién soy yo, compartamos algo. Supongo que no es una mala idea, ¿no? O al menos a mí me suena de maravilla. Es algo así como nuestro particular cruce de caminos, no nos vemos, ni siquiera nos conocemos, pero a partir de este momento has abierto la puerta de mi vida, esa vida real que muy poca gente conoce, esos secretos que ni yo misma me atrevo a decir en voz alta."


¿Sabéis qué es eso que acabo de escribir? Pues bien, la primera página de mi diario, y la única que os permito ver a todos (al menos por el momento). Me imagino que os preguntaréis que a qué narices viene todo esto y la verdad es que tampoco sabría explicarlo de un buen modo. Hace meses que tengo la idea de empezar a escribir un diario, uno en el que me abra al 100 %, cuente absolutamente todo, lo bueno, lo malo, lo que jamás me atreví a exteriorizar y lo que por supuesto nunca diría en voz alta. Soy cobarde, ya os lo dije un millar de veces, pero el anonimato te proporciona esa vía de escape, esa valentía de la que careces. En un momento dado, ese diario que he empezado a escribir, será abandonado. Sí, como lo leéis, abandonado a su suerte en alguna calle de mi ciudad, de cualquier ciudad, pueblo, o lugar en el que me encuentre en dicho instante. ¿Por qué? Pues porque quiero que alguno de vosotros, cualquier persona, no importa quién o de qué lugar, se encuentre algún día con ese diario, con ese que yo escribí con todo el cariño del mundo, transformando esas páginas en mis confidentes, en mis amigas... Quiero que esa persona que lo encuentre se cruce en mi camino de una manera inconsciente, que no importe ni mi cara, ni la suya, ni mi nombre, ni el suyo, que ni siquiera importe que jamás nos conozcamos... Lo único que habrá será ese vínculo, ese vínculo con la persona que guarde esa parte de mi vida que jamás me he atrevido a contar pero que él o ella leerá, convirtiéndome a su vez en su amiga, en su extraño descubrimiento.
No sé si es que estoy loca o si es que simplemente... Hum, no hay más adjetivos, la verdad es que sí, estoy loca, pero no os imagináis la ilusión que me hace llevar a cabo esta idea. En realidad va a ser muy bueno para mí, va a ser un poco como sujetarme a ese salvavidas o a esa vía de escape que todos necesitamos en un momento dado.

Sé que a veces, (y porque algunos me lo habéis hecho ver así), parece que no tengo en cuenta a Cedrick. Estoy cansada de tener que explicarlo, de hecho, creo que no tengo motivo alguno por el que hacerlo pero en fin... A ver si así queda claro de una vez: El apoyo que Cedrick me da es algo que dudo que alguien más pudiera proporcionármelo. La relación que tengo con él es como cualquier otra relación de pareja, con sus buenos y malos momentos, pero el vínculo que nos une es muy fuerte y juntos superamos los obstáculos con los que nos vamos cruzando del mismo modo que llevamos haciendo en estos tres años de relación. Si a veces no hablo de él, o si parece que soy independiente en exceso es simplemente porque yo misma QUIERO ser independiente, porque estar con una persona no significa pisar por donde él pisa, adorar lo que él hace, y suprimir mi propia vida. Soy una mujer, niña, cría, boba, (como queráis llamarme), que vive a su manera y es fiel a sus ideas y personalidad. Me cansa repetirlo tantas veces, soy quién soy, eso es todo. Y si quiero escribir un diario, guardarme ciertas cosas para mí, dejarlo en alguna calle para que un desconocido lo encuentre, lo hago, además animada por él, además viendo su sonrisa cuando le cuento lo que quiero hacer. Así que por favor... Vivid. Cuando una persona te quiere te da alas para que puedas volver, no te encierra para que únicamente desees huir. 

Dicho esto... ¡Estoy deseando continuar con mi diario! Escribir, escribir y escribir. ¿Quién encontrará el diario cuando lo dejé en algún rincón de este planeta? ¿Os imagináis la cara que pondrá cuando lea ciertas cosas? Cada vez me entusiasma más la idea, desgraciadamente tengo mucho que contar y mucho que dejar salir al exterior. 

domingo, 26 de octubre de 2014

¿Me he ganado ya el mote de llorica?

Vuelvo a estar por aquí mis queridos lectores. Me he dado cuenta de que esto del blog crea adicción, últimamente lo actualizo casi a diario y quiero que siga siendo así, es más, necesito que siga siendo así, no os imagináis la falta que me hace poder expresarme. Vale, sí, tengo con quién hacerlo pero... no voy a mentir, se me da mejor escribir las cosas que decirlas en voz alta, soy muy mala en eso de las relaciones sociales, de abrirse en canal y expresar todo lo que una siente, y sí, no importa que sea mi Amo, mi madre, mi padre, o mis hermanos... para mí es igual de difícil. Tal vez por eso, porque sois desconocidos para mí, porque no veo vuestras caras ni tengo la más mínima idea de quienes sois todos los que me leéis, me resulta tan reconfortante mostraros un pedacito de mi vida. Nunca se sabe si alguno de vosotros se podrá sentir identificado conmigo, quizá le hago gracia, o incluso no me pueda soportar pero... ¡Al menos habré provocado algo en vosotros! ¿No es acaso eso algo muy bueno? Provocar algo, un sentimiento, una reacción. Por ahora vosotros me la provocáis a mí, me hacéis ver una vía de escape, un refugio, y creo que no tenéis la más mínima idea aún de lo mucho que adoro yo eso. Un rincón para mí, uno en el que la única persona con la capacidad de poder controlarlo y darlo todo sea yo misma. Puede parecer una tontería pero vaya, para mí es importante.

Que sepáis que este fin de semana ha sido redondo. He pasado tiempo con Cedrick, me he divertido, he estado con mi familia, he adelantado trabajos (y aunque eso sea un muermo os aseguro que es maravilloso para una perezosa como yo), pero... Todo lo bueno termina, ¿no? Y aunque desde pequeña uno de mis sueños fuese el acostarme un domingo por la noche y que al día siguiente me despertase y ya fuese viernes de nuevo, pues... veo muy poco probable que se vaya a cumplir. De todos modos siempre siento un sabor agridulce los domingos, sobre todo este, no quiero que se entienda mal, que suene a queja absurda o sin motivo pero... ¡Echo de menos a mi familia! Les veo y separarme de ellos me cuesta un mundo, que sí, que son un caos, que no paran quietos y están tan locos como yo pero por eso les adoro, por eso les quiero con locura. Ahora que no vivo con ellos me doy cuenta de las cosas más que nunca, de todo lo que han dado por mí, de todo lo que me quieren y de todo lo que les debo. ¡Vaya si se lo debo! Soy una moñas tal vez, pero lo siento, no puedo evitar que se me escapen unas lágrimas hablando de mis padres. Ni siquiera aquellas discusiones absurdas que tenía de adolescente con ellos duraban demasiado, ¿cómo iban a hacerlo? Son los mejores padres del mundo, con sus virtudes y sus defectos, por supuesto, pero los mejores.
Y disculpadme si no sabéis muy bien a qué viene esto, pero sentía la necesidad de decirlo, aunque ellos no lo vayan a leer, aunque ninguno de vosotros me conozcáis realmente o sepáis demasiadas cosas de mi vida, pero... Me alivia escribir estas palabras, y sobre todo me permite que esas lágrimas con las que llegué a casa esta tarde, se hayan convertido en una sonrisa.

Me he propuesto vivir más relajada, más como hacía antes. Ya sabéis, Carpe diem, creo que es algo esencial en la vida. Como dije esta mañana en mi twitter a veces siento que estoy encerrada en una mujer de cuarenta años, mis necesidades, mis sueños, los deseos y toda esa vitalidad y energía está ahí, dentro de mí tal y como lo estuvo siempre pero... Hay algo, no sé el qué, que me impide atreverme, que me impide dar el paso y no quedarme con las ganas de hacerlo. Siempre pensé que era mejor arriesgarme y hacer las cosas aunque tuviese miedo, que arrepentirme después por no hacerlas. No sé que es lo que ha cambiado en mí pero quiero volver a reírme de las cosas, a soñar con otras tantas y arriesgarme en hacer muchas más. Tal vez lo digo mil veces y sea algo un poco difícil de cumplir pero quiero coger una maleta, aunque sea de un modo simbólico, cargarla de un par de cosas, las más esenciales, y recorrer mil lugares, descubrir mil historias, conocer gente nueva, lugares nuevos... VIVIR. ¡No os imagináis el entusiasmo que le pongo cuando hablo de todo esto! Siento ese calor que te recorre por dentro, esa esperanza, esa inyección de felicidad y de pasión. Es cierto, amo esa locura que tienen ciertas personas, esa vitalidad, esa alegría contagiosa, ese impulso de levantarse, reírse a carcajadas y disfrutar de absolutamente todo. Quiero alegrías, ¿¡cómo no voy a quererlas!? Quiero sonreír y voy a hacerlo, siempre, me he cansado de melancolías y lágrimas. Pero sobre todo me he cansado de las excusas, del quedarse sentado pensando en nuestras propias penas y de refugiarnos y deprimirnos más y más. Que no, oye, que si no nos alegramos nosotros mismos nadie va a hacerlo y yo... Yo no. Yo quiero ser quién soy, yo lo que quiero es vivir feliz.

viernes, 24 de octubre de 2014

"Vierneseando" entre cuerdas rojas.

Me he llevado una sorpresa increíble con todos los que os habéis molestado en leer el prólogo y el primer capítulo de mi novela. Soy como una niña pequeña y a mí estas cosas me hacen muchísima ilusión, siempre me ha costado enseñarle a cualquiera todo lo que escribía y si me he atrevido ha sido gracias a L y a otra twittera que es un amor, (son las culpables, que lo sepáis), en fin, el caso es que me habéis dado una inyección de energía con todas las visitas y he decidido continuar subiendo más capítulos, pero atentos: sólo subiré uno semanal, probablemente o el miércoles o el jueves, no os penséis que tengo muchísimo tiempo pero... ¡Ahora ya no puedo parar! Me comprometo con vosotros a hacerlo.

Ahora mismo estoy en uno de esos momentos de euforia en los que si tuvieses alas, echarías a volar, en los que estás al borde de ver unicornios, gnomos, hadas, a Chewbacca bailando la Macarena, a Daenerys y sus dragones y a todo Hogwarts aplaudiéndote y diciéndote lo maravillosa que eres (no, no tengo abuela). Ya sabéis, esa sensación que se tiene cuando una se zampa un Ferrero Rocher mientras tiene los pies en alto y ve series en su ordenador; esa perfecta sensación de meterse en cama una noche de invierno, taparse con mil mantas, y escuchar como la lluvia golpea las ventanas de tu habitación; la sensación de salir una tarde soleada a la calle, entrecerrar los ojos y mirar hacia el cielo (intentando no intoxicarte con la contaminación del alrededor); la sensación de escuchar tu canción favorita mientras vas en el coche y creerte un Rey Mago lanzando caramelos en una cabalgata; esa sensación que tuviste la primera vez (sí, esa vez que nunca vas a olvidar) en la que tuviste sexo real, ¡sexo bueno y maravilloso con alguien!; la sensación de esas mariposas en el estómago cuando estás al lado de esa persona a la que amas y como no, la inolvidable sensación que sentiste cuando le escuchaste decir por primera vez un "te quiero". Pues bien, estoy un poco así, entre esa locura de sentimientos. No me preguntéis el motivo, en realidad ni yo misma lo sé, más aún teniendo en cuenta que esta mañana parecía que me había levantado con el pie izquierdo, que había roto un millar de espejos, que había pasado bajo un centenar de escaleras y que sí, me había topado con varios gatos negros cruzándose en mi camino.
Es fascinante y a la vez terrorífico ver la capacidad que tengo para darle la vuelta a las cosas, bueno, lo defino así para quedar bien, en realidad también podría decirse que soy bipolar, o mejor dicho: una bipolarquestámuymaldelosuyo. Oh, no, ahora es cuando algunos os tomaréis las cosas con papel de fumar y diréis con esa voz que me imagino que tenéis, de esas graves con las que te entra sueño: "No se puede frivolizar con la bipolaridad dado que es una enfermedad y tú únicamente tienes cambios de humor bruscos porque eres inestable o simplemente una tía que es inaguantable". Pues bien, tenéis razón, pero no estoy yo para tratar de quedar bien con todo el mundo y además, me aburre soberanamente los que sois tan políticamente correctos. En fin, ¿y esto a qué venía? ¡Ah, sí! A como ha cambiado tan repentinamente mi día, (dad gracias a que lo ha hecho). Me gustan los viernes, me gustan y mucho. Ni siquiera me agobia saber que mañana el despertador volverá a sonar temprano para pasarme la mañana estudiando, ¿¡qué narices importa!? A partir de esta tarde me podré pasar el día "vierneseando" con esas cuerdas rojas de las que os he hablado en el título de esta entrada, o no sólo con las cuerdas, vaya... Que yo si me pongo a pedir no hay quien me pare. La única razón de peso aquí es que Cedrick está libre, que tengo mil planes para este fin de semana y que sí... que aunque sea una pesada y ya todos vosotros lo sepáis... Estoy feliz.

¿Qué día es hoy?


Lo peor es que "baila" mejor que yo.

jueves, 23 de octubre de 2014

Mi obsesión tiene nombre: Jax Teller.

A ver, lo sé, que sí, que soy una pesada, pero es que no puedo evitarlo. Y todo esto es culpa de Cedrick, si él no me hubiese enseñado Sons of Anarchy yo seguiría en la ignorancia total pero OH DIOSES GRACIAS A LOS CIELOS he descubierto esa maravillosa serie, y por consiguiente, he descubierto a Jax Teller, o lo que es lo mismo: Charlie Hunnam. Y en fin, no salgo volando por los aires porque es físicamente imposible, pero ese hombre es un rato mojabragas. ¡Qué fangirl soy, leñe!
Lo sé, lo sé, ahora algunos os escandalizaréis porque sois unos puritanos y como tengo Amo pues debería arrancarme los ojos de las cuencas y no abrir la boca mucho menos para opinar respecto a otro tío pero... Oye, que es un actor. Y además, no bonitos, yo no me arranco los ojos y puedo y AMO adorar la belleza ajena, sí, aunque no sea en mi Amo. Así que eso, a mí dejadme soñar.

Pero miradle por favor. Miradle y que se pare el mundo.
En fin, ya estoy exagerando, el caso es que dejando a un lado la evidente OH MADRE MÍA MIS BRAGAS que produce dicho hombre, me he creado una obsesión que no puedo con ella: las motos. En serio, es superior a mí, en realidad es algo que ya me pasaba desde adolescente. Desconozco si sois tan frikis como yo, pero... ¿Sabéis ese capítulo de How I met your mother, en el que Marshall se pone una pulsera de cuero y Lily se vuelve loca? Bueno, pues me pasa algo semejante si veo una Harley, lo sé, difícil comparación la de una Harley y una pulsera de cuero pero... ¡Yo soy así! El caso es que hasta me he llagado a plantear sacarme el carnet de moto puesto que Cedrick no cede ante mis chantajes emocionales de que se lo saque él y me acaba de dar un cachete en el culo como advertencia así que... Supongo que debo desistir. No hace falta que lo digáis, en realidad yo ya sé que estoy loca pero vaya, no os preocupéis, esto ya me viene de lejos. En fin...
¿¡QUÉ ES LO QUE ME PASA HOY!? Me estoy asustando hasta de mí misma. Entre que hoy es jueves y los jueves a partir de las cinco de la tarde yo ya estoy con la mente más cerca del fin de semana que de mis apuntes, libros, etc., y entre las publicaciones de mi "novela" y mis fangirleos varios... Matadme. Matadme ya. Mi yo adolescente me ha poseído.

Capítulo 1. Ariane.

No solía pararme a pensar lo mucho que habían cambiado las cosas en tan solo unos años, la verdad es que me asustaba hacerlo. Ni siquiera me atrevía a abrir mi diario, hacía dos años que no me dignaba a escribir en él ni una mísera palabra, ¿cómo iba a atreverme? Era demasiado complicado. Lo último que allí había escrito era toda aquella locura de sentimientos. El pánico, la esperanza, el anhelo... Todo aquello permanecía en aquel viejo diario. Mi único amigo. Al único al que le había podido contar quien era realmente y al mismo al que había abandonado, sin despedidas, el día en el que las tropas alemanas cruzaron París.
Dos años habían pasado desde entonces, ya era toda una mujer, o al menos eso era lo que me decía Camille constantemente, pero mis diecisiete años eran únicamente eso, diecisiete años. En realidad seguía siendo la misma niña de siempre, la misma joven soñadora y tímida que había llegado a Francia en 1937.  
Suspiré y me recosté en cama, abriendo el diario por la primera página, eso era lo único que necesitaba ver. Mis padres, mis verdaderos padres, Isidro y Emilia. Mi hermano pequeño, Pablo, sin dejar de sonreír jamás. Y Bernat, mi hermano mayor, el cómplice de todas mis travesuras. Aquellas travesuras que parecían haber quedado demasiado lejos, como si nunca hubiesen existido... No me cansaba de mirar aquella fotografía, nunca dejaba de hacerlo, me recordaba cual había sido mi infancia, me recordaba toda una vida pasada, parecía que aquello hubiese ocurrido hacía una eternidad. Todo había cambiado, sin poder remediarlo.

Por aquel entonces tenía doce años y vivía en Guernica junto a mi familia. Mi madre era profesora y mi padre abogado. Éramos una familia normal, querida por nuestros vecinos, por nuestros amigos... En pocas ocasiones me contaban lo que sucedía a mi alrededor, trataban de mantenerme ajena de todo, lejos de cualquier tipo de peligro. Siempre estaba rodeada de libros, siempre en mi mundo de fantasía. Pero todo se había truncado irremediablemente. Mi padre fue arrestado una noche, una noche gris y fría, una noche que fue testigo y cómplice de lo que yo sabía que le había sucedido pero que me negaba a decir en voz alta. Las sonrisas se acabaron entonces, la alegría, el cariño... ya nada existía.  Bernat se convirtió en el cabeza de familia. Era un defensor acérrimo de la República y yo, en silencio, opinaba absolutamente lo mismo que él. Era nuestro protector, incluso el de mi madre, ella parecía haber perdido la vida junto a mi padre.  Entre los dos decidieron que Pablo y yo debíamos salir de España, refugiarnos en otro país hasta que la Guerra Civil terminase. Querían que fuésemos libres de nuevo. Pero lo que Bernat no sabía era que nuestra madre tenía planeado para él el mismo destino.  
Nunca olvidaría aquella despedida, aquel momento tan desgarrador. Pablo era demasiado pequeño para entender lo que ocurría, lo único que hacía era llorar desconsoladamente. Yo no podía concebir un lugar en el mundo sin la presencia de mi padre y de mi madre. Por aquel entonces, y pese a estar completamente segura de que mi padre había muerto, aún guardaba la esperanza de verle una vez más y de sentir sus labios sobre mi frente, besándome con delicadeza y diciéndome que nada malo sucedería, que todo estaba bien... Lloré como nunca había llorado y ni tan siquiera fui del todo consciente de como Bernat nos arrastraba hacía el interior de aquel viejo barco. Los tres de la mano, los tres unidos, así debíamos permanecer siempre. Todo el mundo nos decía que volveríamos cuando la guerra terminase, que regresaríamos a casa, pero... que equivocados estaban. Guernica fue bombardeada el 26 de abril del año 1937 y una parte de mi vida se destruyó con ella.  
El destino que corrimos mis hermanos y yo no fue mucho mejor. Las condiciones higiénicas de aquel barco no eran las apropiadas, muchos de los niños comenzamos a enfermar, y desgraciadamente, entre esos niños estábamos Pablo y yo. Bernat era fuerte, tan fuerte como lo había sido siempre y nos cuidaba sin cesar. No sé como logramos llegar a Francia, pero una vez allí, quise morirme. Bernat fue acogido por una familia del sur, nos dijeron que no nos separarían, que siempre permaneceríamos juntos pero... nos mintieron. Fue de ese modo como una mañana me desperté y dejé de sentir las caricias de mi hermano mayor. ¿Quién iba a querer acoger en su casa a dos niños enfermos como éramos Pablo y yo? Recuerdo que no podía permitirme llorar, ser débil, debía cuidar de Pablo... debía hacerlo, pero él empeoraba por momentos y una noche sus ojos no se volvieron a abrir jamás. Yo me recuperé, milagrosamente lo hice pero no me importaba, me sentía vacía, perdida. Camille, una de las enfermeras, me cuidó, se desvivió por mí y afortunadamente me dio un hogar. Me enseñó a hablar francés, me educó y me permitió volver a tener una familia. No sabía como devolverles a Camille y Fabien Gaudet todo lo que me habían dado. Los tres nos trasladamos a París y juntos comenzamos una nueva vida. Una vida que creíamos que al fin sería tranquila.  

Cerré el diario, aquel diario que me había acompañado desde Guernica. Lo único que tenía de mi anterior vida. Me froté los ojos con las manos y me incorporé. Si no bajaba pronto a atender la librería que había heredado mi padre de su tío abuelo, me caería un rapapolvo que no estaba dispuesta a soportar. Alisé el bajo del vestido con las manos y me miré en el pequeño espejo que había en mi habitación. Mi reflejo era el de una joven saludable, feliz, que contaba con todos los placeres y facilidades con los que podía contar cualquier otra familia de París.  Por las mañanas estudiaba, amaba el arte y la literatura, escribía poemas y pequeños relatos y en mis ratos libres practicaba español y vasco, mis lenguas maternas. Tanto Fabien como Camille, a los que llamaba padre y madre, habían creído conveniente recordarme cuales eran mis orígenes, hacer que jamás olvidase cual era mi vida y de donde venía. Ellos siempre habían simpatizado con la República española y antes de viajar juntos a París me habían proporcionado unos papeles falsos en los que decía que mi nombre era Ariane Gaudet y que había nacido en Toulouse, donde ellos habían vivido hasta mi llegada. De ese modo los tres guardábamos un secreto, un secreto que si salía a la luz... acabaría con nuestras vidas.

Suspiré y me dirigí a la librería. Por las tardes ayudaba a mi padre a atenderla ya que se encontraba en el bajo del edificio en el que vivíamos. Me gustaba aquel lugar, era mi mundo. ¡Rodeada de miles de libros! 
Dado que mi madre trabajaba en un hospital de la ciudad y no se encontraba nunca en casa por las tardes, yo tenía la excusa perfecta para poder ayudarle.  
Cerré la puerta de casa tras de mí, encontrándome con mis encantadoras vecinas, Elise Moreau y su hija Gabrielle, con la que en muchas ocasiones paseaba por la ciudad y a la cual le enseñaba todos y cada uno de mis relatos.
-Buenas tardes.- les dije, sonriente.
-Oh... Buenas tardes, Ariane. Tu padre estaba preguntando por ti.- dijo Elise, preocupada. Parecía que la voz le temblaba.- No te demores niña...
Fruncí el ceño y añadí:
-Supongo que me entretuve demasiado en casa. Gabrielle, si quieres ven más tarde y te enseño lo último que he escrito.
-Claro, sabes que me encantará hacerlo.
Gabrielle ni siquiera pudo terminar de hablar, su madre, nerviosa, añadió:
-Lo siento, Ariane, tenemos mucho que hacer en casa.
Asentí con la cabeza, confusa, y vi como Gabrielle me miraba apenada mientras su madre la empujaba escaleras arriba. No había entendido aquel extraño comportamiento pero evitaba pensar en lo que les habría ocurrido, hacerlo me enfurecía. Gabrielle y su familia eran judíos y desde que los nazis estaban en París sus vidas se habían convertido en un auténtico infierno. Yo odiaba a los nazis, no entendía que podían tener en contra de los judíos, en contra de personas tan maravillosas como los Moreau. Yo misma temía lo que podría sucederme si alguien se enterase de donde procedía, si un nazi descubriese que era hija de españoles republicanos, de que mi verdadero apellido era Ulloa y no Gaudet, y de que los papeles que había en mi cartera eran falsos.  
-A buenas horas, niña.- murmuró mi padre nada más verme aparecer en la librería.
-Así que usted, señor Gaudet, no sabía que estos libros estaban prohibidos...- dijo un hombre, apuntando cosas en su agenda. Levantó la vista y la enfocó en mí.- ¿Esta es su hija?- mi padre asintió con la cabeza.- Sus papeles.
Mi corazón comenzó a latir con frenesí, un sudor frío recorrió mi espalda pero traté de mostrarme lo más calmada posible mientras le entregaba mis papeles.
-Es la Gestapo de París, cariño.- susurró mi madre tras mi espalda. No me había percatado de su presencia.
-Mamá... ¿qué ocurre? ¿Por qué no estás en el hospital?
No hubo respuesta, tan sólo una mirada de miedo, de terror.
-Están en regla.- gruñó aquel hombre.- Continuemos con esto.
Fue entonces cuando me di cuenta de que había otra persona más en la librería, revolviendo todo a su paso.  Mi madre me acercó a una silla y me sentó, situándose justo a mi lado. Era imposible no darse cuenta de su estado, se respiraba la tensión en el ambiente, el miedo... era como si esos dos hombres enfundados en sombreros y gabardinas pudieran saberlo. Ese era su objetivo, atemorizar.
-¿Qué hacen aquí?- susurré.
-Se encontraron con los Moreau y... tu padre...
Recordé el comportamiento de Elise al cruzarme con ella en las escaleras. Con razón se había mostrado de aquel modo. ¿Pero qué era lo que había hecho mi padre? ¿Por qué estaban en la librería? Todo aquello no auguraba nada bueno.
-Este suceso es inaceptable, señor Gaudet. Tiene libros prohibidos, de escritores judíos ni más ni menos... Acaba de defender a esa familia y ha habido chivatazos de que miembros de la Resistencia frecuentan este lugar. ¿No cree que es demasiado?- pude ver como mi padre tragaba en seco ante la sonrisa hipócrita de aquel repugnante nazi.- Volveremos a vernos.

No fuimos realmente conscientes de que acababan de salir de la librería. No nos movimos, no dijimos nada. Únicamente se escuchaban nuestras respiraciones agitadas y mis frenéticos latidos de corazón, retumbando en mis oídos.


 
Sí, sé que es malísimo, y sé que ayer os enseñé el Prólogo de la novela que estaba escribiendo hace unos meses, este es el primer capítulo... No os imagináis la vergüenza que me da así que no os acostumbréis a ver más de estas cosas, os prometo que... ¡Muero de vergüenza! Espero que os guste aunque vuelvo a insistir y advertir de que sí, es muy malo y ojalá pudiera hacerlo mejor.

Yo tras ver el trailer de Avengers: Age of Ultron...



JAJJAJAJAJAJA. Lo siento, tenía que ponerlo. Así me voy feliz cual perdiz a adentrarme en mis odiosos apuntes, que los sepáis. ¡Acabo de ver el trailer! ¡Acabo de veeeeeeeeeeerlo! Siento mucho este momento de fangirleo pero... Tenía que ponerlo. ¡Os adoro! ¡Os adoro muchísimo!
Soy feliz.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Disculpaaaaaaaaaadme, personillas...

Acabo de decirlo en Twitter, pero es que es verdad, hoy estoy porculera no, lo siguiente. Y como gracias a Cedrick he descubierto Sons of Anarchy (serie que pienso engullir a la de YA), os voy a deleitar con este hombre porque sí, porque puedo, porque quiero, porque es mi blog y porque Cedrick comprende que pueda deleitar mi vista con ese... ÑAM, ÑAM, ÑAAAAAM.



Tralaralala.

Prólogo. La noche en guerra.

La guerra. No había nada peor en este desgraciado planeta. Primos, vecinos, incluso hermanos... nada ni nadie importaba cuando se trataba de salvar la vida, nada ni nadie debía cruzarse en tu camino, si eso sucedía... si eso sucedía lo último que tus ojos verían sería la noche clara de aquella primavera, las miradas de derrota de tus camaradas y un fusil apuntando hacia tu cabeza. Aquella era la noche en guerra, una noche más.

Arrastré la maleta de debajo de la cama, la pateé con furia, con odio. Arañé el cuero, lo traté de desgarrar. De nada servía, no había absolutamente nada que yo pudiera hacer, incluso las lágrimas se habían agotado, todas las emociones... ¿dónde estaban? Únicamente permanecía el odio. El maldito odio.
-Me has dejado sola, Isidro... y me prometiste que nunca lo harías.- la voz se me quebró.
Golpeé la maleta con los puños y me dejé caer en el suelo, acurrucándome como una niña pequeña.
Tan sólo hacía una semana que me había prometido a mi misma no volver a pisar aquella casa en la que antaño había vivido. Los recuerdos impregnaban todas y cada una de las paredes, de las esquinas, de los objetos inanimados que hasta entonces habían parecido tener vida. El olor de mis hijos todavía estaba allí, sus risas, sus travesuras, su inocencia... Mi Bernat, mi Ariane y mi dulce Pablo. Todavía no terminaba de creerme que hubiese tenido el valor suficiente de llevarlos hasta aquel barco, de ignorar sus miradas suplicantes. 
Ver todas las familias destrozadas, entender lo que sentían, escuchar sus llantos y tratar de sobrellevar ese momento sin el apoyo de mi Isidro. El pobre, mi valiente y hermoso marido, el hombre de mi vida. Recordaba como si fuese ayer los días en los que paseábamos a nuestros hijos por la plaza de la ciudad, cuando le veía darles caramelos a escondidas, cuando leía miles de libros junto a Ariane y cuando reía ante el ingenio y talento de Bernat. Recordaba las noches que pasábamos despiertos, besándonos, amándonos. 
Juntos habíamos planeado enviar a nuestros hijos a Francia, y juntos habíamos decidido también que cuando la República venciese, los traeríamos de nuevo a casa, unidos de nuevo. 
Pero Isidro ya no estaba, y nunca estaría. Una noche se lo habían llevado... y junto a él, se habían llevado mi alma. 

Cerré las manos en un puño, clavándome las uñas, tratando de sentir algún tipo de dolor. Ya no existía ni siquiera eso. Ya no había nada en mí, absolutamente nada.
Mi cabeza no borraba la imagen de mi pequeño Pablo agarrándose a mi falda como si la vida le fuese en ello, de Bernat separando la diminuta mano de su hermano y de mi preciosa Ariane frotándose los ojos con furia para no llorar.
Mis hijos. Deseaba que fuesen felices, que jamás olvidasen lo mucho que le querían sus padres. Allí en Francia vivirían bien, yo lo sabía, estaba segura de ello. 

Pese a haberme levantado convencida de que debía huir de allí, pese a haber guardado mis pocas pertenencias en esa vieja maleta... pese a ello, ya no me quedaban fuerzas.
Escuché la alarma sonar como un murmullo lejano. No dudé, no era necesario hacerlo. Ni un músculo de mi cuerpo se movió. Aquel era mi lugar. Las risas de mis hijos, las caricias de mi marido... allí debía estar, en mi hermosa Guernica... aquel 26 de abril del año 1937.




Os preguntaréis qué es esto... Pues bien, gracias a una persona apodada L, la cual me deja unos comentarios que agradezco muy mucho en mi Ask, he dado el paso a enseñaros el prólogo de la novela que hace unos meses empecé a escribir. Espero que os guste, sé que ni muchísimo menos soy una buena "escritora", no es más que una pasión frustrada, que algo que me encanta hacer, pero en fin, si os puedo acercar un pedacito de mí mostrándoos esto... ¡Yo feliz cual perdiz! Acepto todas las críticas, eso de antemano pero... ¡No seáis muy crueles! 

lunes, 20 de octubre de 2014

Esa caricia...

A veces pienso en todo lo que está significando esto para mí, y me asusto. Sí, lo hago, aunque por decirlo así pueda parecer una cobarde y quejica, tal vez lo soy, lo único que importa es que ese miedo me está dando plenitud. Pero no me malinterpretéis, el miedo viene dado de la adicción que me ha creado su presencia constante. ¡Qué haría yo sin tenerle a mi lado! Normalmente analizo mi propia situación, mis avances, mis objetivos... ¡Pero ojo! No solamente respecto a mi relación, ya sabéis que nunca me canso de decirlo pero supongo que una vez más no importa: cada uno tiene que tener su espacio, su vida, seguir su camino, tener su personalidad.
Bastante utópico es eso de vivir por y para alguien, ¿no? ¡Cómo si por tener más objetivos y metas en la vida fueses menos sumisa, Dominante, o lo que sea que eres! Yo creía que todos y todas teníamos bien clarito esto, pero vaya, aún hay muchas personas que siguen leyendo las 50 sombras del señorito Grey y que están más perdidas que un pulpo en un garaje (expresión en honor a Cedrick, que siempre me la dice). Antes de nada dejo claro que yo no soy el culmen de la experiencia ni sabiduría ni absolutamente nada en lo que a BDSM se refiere, probablemente yo también me incluyo en el grupo ese de "estar más perdida que un pulpo en un garaje", pero oye, por lo menos aprendo, trato con respeto algo que día a día me va absorviendo un poquito más, algo que está haciendo que me descubra a mi misma, que deje a un lado mis niñerías y me permita dar pasos en firme, que me sienta segura de quien soy y lo que quiero conseguir en todos los aspectos de la vida. Porque es eso, una forma de vivir, de sentir. Y digo que creía que todos teníamos claro esto hasta que el otro día me topé con una pregunta en Ask bastante desagradable. Ofende quien puede, no quien quiere, pero a veces da  miedo leer ciertas opiniones, ciertos puntos de vista. Dicha pregunta venía a decir algo así como que muchas sumisas que estábamos en Twitter o en Ask éramos unas bordes y que necesitábamos un buen Amo que nos (y cito textualmente) rompiese la cara a hostias. Podría decirle de todo a este sujeto, de veras, podría hacerlo, pero... Supongo que con eso se retracta, no hace falta nada más.
En ningún momento le di vueltas a la preguntita de marras, pero es que... No puedo evitar pensar en la tonta, sí, la tonta que caerá en manos de una persona así. Eso me lleva a la clave de esta entrada, a la suerte que tuve con Cedrick. A la terrible suerte que tuve con él.

Sé que parece que le idolatro y os aseguro que no hay cosa que más odie que eso. No me gusta contar únicamente las cosas buenas, creo que ya me conocéis un poco y lo sabéis, pero... ¡Es que con él hay demasiadas cosas buenas! ¿Cómo no va a haberlas? Justo hoy hablé de él en Twitter, de esa capacidad que tiene de ser el hombre más bruto del mundo y a la vez el más dulce. Creo que eso es esencial, ¿no? No entiendo a todos esos Amos que reniegan de ese lado más sensible, no tengo muy claro como llamarlo. Sea como sea el que me importa en MI Amo, y con él he vivido la historia más bonita que pueda haber vivido, (la cual espero y deseo que dure, dure, dure, dure... y dure toda la vida si puede ser posible). Sería muy morboso que me pusiese a narraros únicamente la parte sexual, pero... ¿Y esos pequeños detalles? Esos que muchas veces se escapan pero están ahí, esos que en realidad son los más importantes.



¿Lo veis? Esa. Esa es la caricia. Dejemos por un momento a un lado los azotes, las cuerdas, las cadenas, las agujas, los látigos... Dejemos todo a un lado un segundo. ¿Qué queda? Nosotros, simplemente. Para mí es esencial saber que está ahí, que aunque el Dom esté jugando con mi cuerpo, mi Cedrick sigue ahí, mimándome, cuidándome... Aunque exista el dolor, siempre sigue ahí el cariño.



Yo sé que los cuentos de hadas no existen, lo tengo más que comprobado. Sé también que las cosas no son un camino de rosas, que a veces duele, duele mucho, pero también hacer vivir, también hace ser feliz. 

Os diré algo, así en confianza, al fin y al cabo este es mi blog, ¿no? Debéis saber que Cedrick es un gruñón, un desordenado y a veces, no para de picarme. Nos enfadamos y cada uno se va a una habitación de casa ofendido, luego nos encontramos (normalmente a los cinco minutos) y nos miramos de reojo hasta que a alguno le entra la risa y hacemos las paces. Pero es que además, Cedrick es mi mejor amigo, con él me río a carcajadas, le cuento mis secretos, mis preocupaciones, mis sueños... Con él soy yo. Hay lugar para caricias, sonrisas, abrazos, lágrimas, besos, dolor, sexo, sesiones, enfados, reconciliaciones, castigos, juegos... Para todo. ¿Por eso soy menos sumisa? ¿Por eso él es menos Amo? Igual ni siquiera soy sumisa, tampoco penséis que me preocupa serlo o no, yo sólo soy yo, Andrea, no importan las etiquetas. Si él es feliz, yo soy feliz. 

miércoles, 8 de octubre de 2014

La luz de un día gris.

Nunca he sido muy amiga de los miércoles, pero este tiene algo de especial. ¿El qué? No me preguntéis, tal vez sea el hecho de que está lloviendo como si no existiese un mañana y que por suerte puedo estar disfrutando de ello desde un rinconcito en el que no me mojo, en el que disfruto de las vistas y el que puedo dejar la mente volar libremente. Creo que soy una privilegiada en este instante, y lo sería mucho más si ahora estuviese en su compañía pero evidentemente todos tenemos responsabilidades y obligaciones (afortunada o desgraciadamente, no lo tengo muy claro aún). Tengo una locura de sensaciones dentro, ninguna mala, eso es lo importante, pero aún así... No paro de flotar en una preciosa, blandita, y cómoda nube que me tiene tonta de remate.

Cuatro meses atrás tenía miedo, mil dudas y preocupaciones de si sería fácil o no vivir con mi pareja lejos de mi ciudad, gente nueva, nuevos proyectos, una independencia que nunca había tenido, unas obligaciones nuevas, una etapa completamente diferente en mi vida. ¡Las lloreras que tuve por todo esto! Y lo tonta que me siento ahora que han pasado los días, las semanas. Sé que llevamos poco tiempo viviendo juntos y pese a tener nuestros pequeños malentendidos o baches, las cosas van increíblemente bien. Si me preguntaseis si a día de hoy sabría hacer mi vida sin esto que tengo ahora os respondería sin dudarlo que es imposible, es tan imposible que asusta. Sé que lo ideal es que cada uno sea independiente, ya me entendéis, que pese a ser Amo/sumisa, yo tenga la capacidad de actuar según creo, sin cambiar quien soy, sin dejar de hacer las cosas que siempre me ha gustado hacer, sin perder nada de mí, de esa "esencia" que tenemos cada uno. Evidentemente lo hago, tengo muy claro que nadie va a cambiarme, aunque tampoco nadie lo ha intentado jamás, al menos no mi Amo, mi Cedrick. Sigo siendo la loca, rara, friki, aburrida, caprichosa, mimosa, y mil cosas más, que siempre fui, pero supongo que hago una cosa mal en todo esto... ¿Cuál? No saber vivir sin Él.
Tal vez para algunos no es algo tan grave, ¿no? Pero lo es. Lo es hasta el punto de que me he lanzado al vacío, creo que lo hice hace tres años, aquel 14 de julio del 2011 en el que comenzamos con una relación que jamás creí tener.
En fin, cuando hablo de lanzarme al vacío me refiero al hecho de haberme atrevido a dar ese paso, de abrirme a alguien evitando los miedos, las inseguridades, o los mil problemas que pudiera tener, que ambos pudiésemos tener. Puede parecer una tontería pero no es sencillo, no lo es en absoluto, sobre todo cuando tenemos nuestras sombras y nuestra situación es complicada. Nunca sabes si abrirte y lanzarte al vacío va a dar buenos o malos resultados, siempre es una de las dos opciones pero... quien no se arriesga no gana, ¿verdad? Y yo me arriesgué. Creo que he ganado, de hecho... y robándole una frase a Cedrick que siempre me dice: "Se me agotó toda la suerte el día que te conocí". Sin duda lo hizo, sin duda ese fue el día que más suerte tuve en mi vida.

No importa nada más, únicamente somos Él y yo, nuestro mundo, la relación que juntos hemos construido, nuestros planes, nuestros proyectos, nuestra vida... Es Él. Y sí, no sé vivir sin estar a su lado, ¿cómo voy a saber hacerlo?

martes, 7 de octubre de 2014

El cuarto viene después...


Nunca pensé que me gustaría una canción de Miguel Bosé. Jamás en mi vida lo pensé, creedme, pero es que... esta canción significa mucho para mí. ¿Por qué? Pues porque es tan erótica... o al menos eso me lo parece a mí cada vez que la escucho y pienso en ti cuando me la cantabas mil veces cerquita del oído. Que sí, que ahora soy una falsa pelirroja, pero tú cantándome "Morena mía"... ¿Qué voy a decir? Te amo con locura.

jueves, 2 de octubre de 2014

Eres luz.



Será esta sensación pre-menstruación que normalmente me tiene loca, llena de sensaciones, de altibajos emocionales y sobre todo de unas ganas de pasarme el día follando, así, sin maquillar el texto ni poner floripondios ni bobadas para que quede más bonito, pero es que te miro... justo ahora lo hago, mientras escribo esta entrada en el blog y evidentemente tú no sabes que lo estoy haciendo, que te estoy espiando mientras trabajas en tu ordenador aquí en el salón cerquita de mí, te miro de reojo... me gustas, pero ya lo sabes, me gustas mucho, te quiero, te amo, te adoro. Pero vaya, eso no es nada nuevo, ¿verdad? Que sé que te deseo y sé que me deseas, sé lo que nos une pero aunque ahora estamos pasando por una gran prueba: la convivencia, ya sabes, esa que de vez en cuando nos hace fruncir el ceño y poner cara de gruñones y enfadarnos, bueno, pues esa, esa convivencia que a veces nos pone de los nervios, la quiero con locura. 
Eres mi alemán cuadriculado, y sí, también eres mi bobo, aunque la gente se indigne porque te lo llame, lo eres y lo sabes. Pero la palabra lo dice, eres MI bobo, y... lo eres todo. 

Gracias por esas miradas que me hacen estremecer, por esas caricias que únicamente esconde el edredón de nuestra cama, por esas risas mientras miras el desastre que hago en la cocina, esas caras serias mientras cenamos y tratas de fingir que te encanta la comida (prometo mejorar), gracias por esos ojos que me pones cuando me ves salir de la ducha, cuando nos cruzamos por el pasillo y me das un cachete en el culo al pasar. Gracias por ser un pesado, (porque lo eres), por abrazarme cuando me hace falta, por secar mis lágrimas, gracias por respetarme, por quererme y cuidarme. Gracias por hacerme avanzar, ser valiente, descubrir, experimentar... Por ser mi compañero, mi mejor amigo, mi Amo, mi mundo. Decir que te quiero es muy poco pero... lo hago, te quiero y mucho.