viernes, 24 de octubre de 2014

"Vierneseando" entre cuerdas rojas.

Me he llevado una sorpresa increíble con todos los que os habéis molestado en leer el prólogo y el primer capítulo de mi novela. Soy como una niña pequeña y a mí estas cosas me hacen muchísima ilusión, siempre me ha costado enseñarle a cualquiera todo lo que escribía y si me he atrevido ha sido gracias a L y a otra twittera que es un amor, (son las culpables, que lo sepáis), en fin, el caso es que me habéis dado una inyección de energía con todas las visitas y he decidido continuar subiendo más capítulos, pero atentos: sólo subiré uno semanal, probablemente o el miércoles o el jueves, no os penséis que tengo muchísimo tiempo pero... ¡Ahora ya no puedo parar! Me comprometo con vosotros a hacerlo.

Ahora mismo estoy en uno de esos momentos de euforia en los que si tuvieses alas, echarías a volar, en los que estás al borde de ver unicornios, gnomos, hadas, a Chewbacca bailando la Macarena, a Daenerys y sus dragones y a todo Hogwarts aplaudiéndote y diciéndote lo maravillosa que eres (no, no tengo abuela). Ya sabéis, esa sensación que se tiene cuando una se zampa un Ferrero Rocher mientras tiene los pies en alto y ve series en su ordenador; esa perfecta sensación de meterse en cama una noche de invierno, taparse con mil mantas, y escuchar como la lluvia golpea las ventanas de tu habitación; la sensación de salir una tarde soleada a la calle, entrecerrar los ojos y mirar hacia el cielo (intentando no intoxicarte con la contaminación del alrededor); la sensación de escuchar tu canción favorita mientras vas en el coche y creerte un Rey Mago lanzando caramelos en una cabalgata; esa sensación que tuviste la primera vez (sí, esa vez que nunca vas a olvidar) en la que tuviste sexo real, ¡sexo bueno y maravilloso con alguien!; la sensación de esas mariposas en el estómago cuando estás al lado de esa persona a la que amas y como no, la inolvidable sensación que sentiste cuando le escuchaste decir por primera vez un "te quiero". Pues bien, estoy un poco así, entre esa locura de sentimientos. No me preguntéis el motivo, en realidad ni yo misma lo sé, más aún teniendo en cuenta que esta mañana parecía que me había levantado con el pie izquierdo, que había roto un millar de espejos, que había pasado bajo un centenar de escaleras y que sí, me había topado con varios gatos negros cruzándose en mi camino.
Es fascinante y a la vez terrorífico ver la capacidad que tengo para darle la vuelta a las cosas, bueno, lo defino así para quedar bien, en realidad también podría decirse que soy bipolar, o mejor dicho: una bipolarquestámuymaldelosuyo. Oh, no, ahora es cuando algunos os tomaréis las cosas con papel de fumar y diréis con esa voz que me imagino que tenéis, de esas graves con las que te entra sueño: "No se puede frivolizar con la bipolaridad dado que es una enfermedad y tú únicamente tienes cambios de humor bruscos porque eres inestable o simplemente una tía que es inaguantable". Pues bien, tenéis razón, pero no estoy yo para tratar de quedar bien con todo el mundo y además, me aburre soberanamente los que sois tan políticamente correctos. En fin, ¿y esto a qué venía? ¡Ah, sí! A como ha cambiado tan repentinamente mi día, (dad gracias a que lo ha hecho). Me gustan los viernes, me gustan y mucho. Ni siquiera me agobia saber que mañana el despertador volverá a sonar temprano para pasarme la mañana estudiando, ¿¡qué narices importa!? A partir de esta tarde me podré pasar el día "vierneseando" con esas cuerdas rojas de las que os he hablado en el título de esta entrada, o no sólo con las cuerdas, vaya... Que yo si me pongo a pedir no hay quien me pare. La única razón de peso aquí es que Cedrick está libre, que tengo mil planes para este fin de semana y que sí... que aunque sea una pesada y ya todos vosotros lo sepáis... Estoy feliz.

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