martes, 23 de septiembre de 2014

Reflexiones o locuras.

Estoy en uno de esos momentos en los que no sé si desquiciarme, si fingir que no pasa nada y que soy la mujer más feliz del mundo y dibujarme una sonrisa en la cara, o si simplemente cerrar los ojos, respirar y dejar pasar el tiempo. Ninguna opción me convence, la verdad. A veces únicamente me gustaría gritar, golpear los puños contra la pared y destrozarme las manos. Sí, así de fácil, eso mismo que leéis, hacerlo, llorar, dejar salir todo al exterior y después, solo después, mandar todo a la mierda y rehacer mi vida, desde los primeros peldaños, pasito a paso, demostrándome todo lo que soy y lo que valgo, demostrándome a mí misma hasta donde puedo llegar. Pero en fin, luego recuerdo lo importante que es el paso que he dado, recuerdo mis esfuerzos, mis planes, mis proyectos de futuro, y sobre todo recuerdo mis fuerzas, esas que me ayudan a no tirar la toalla y estar completamente segura y decidida de lo que quiero conseguir. Esas fuerzas son las que me mantienen entera, segura de mí y avanzando a toda prisa, porque sí, creo que me he subido a ese tren sin retorno, ese que ha alcanzado una velocidad inalcanzable y que no hay quien lo pare. Siento que estoy viviendo uno de esos momentos en los que arrollaría a cualquiera que se pusiese en mi camino, impidiéndome hacer algo.

Yo creí que independencia era libertad, experiencias. Yo quiero un mundo de risas y más risas, y creedme, que nunca paren. Yo quiero un lugar en el que poder ser una payasa, poder volar, gritar, soñar... quiero un lugar en el que VIVIR. Vivir intensamente, eso sería maravilloso. Quiero descubrir y nunca dejar de hacerlo. ¿Por qué? Porque soy así, así de extraña tal vez, así de especial...
Por suerte o por desgracia tengo la habilidad de empatizar demasiado con quien me rodea, con la gente que me importa y que forma parte de mi vida. Igual que las buenas emociones se contagian, las malas también, (doy fe de ello), pero... he llegado a un punto en el que tengo claro que no voy a permitirlo. No, me niego. Quiero ser feliz, quiero ser yo misma... SIEMPRE. Y por supuesto, no quiero tener miedo, el miedo es un sentimiento horrible, destructor... el miedo no soluciona nada, absolutamente nada. Y yo, mis queridos lectores... no voy a temer ser quien yo quiero ser. Me he pasado buena parte de mi vida siendo juzgada por los demás, siendo etiquetada y criticada, siendo un bicho raro al que le costaba encajar en cualquier lugar, pero ahora ya no soy esa niña que era antaño. Hoy en día soy esa Andrea, la fuerte, la que está segura de lo que quiere conseguir y la que va a hacerlo, aunque tenga que cruzarse con malas caras, con reproches, con malas palabras... me he cansado de tonterías. Lo he hecho y supongo que ese es mi punto de no retorno. ¡Basta ya de gilipolleces! Tenía que haberlo gritado a los cuatro vientos mucho antes. Soy quien quiero ser, lo repetiré las veces que haga falta, así que... dejadme ser libre. Todos y cada uno de vosotros, dejadme serlo.


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