jueves, 4 de septiembre de 2014

Sobredosis absurda de melancolía.

Comienza a ser costumbre esto de pasarme tanto tiempo sin escribir. Sé que lo importante es hacerlo cuando una siente que debe hacerlo, no por obligación, pero es que como sabéis... he tenido tiempo cero últimamente. Y ya si mezclamos la falta de tiempo con la tontería absoluta que me acompañó todos estos días pues surge la Andrea desesperada, esa que nadie quiere ver.

Definitivamente puedo decir que ya vivo con Cedrick. Vaya, suena extraño decirlo en voz alta, hace unos meses parecía ser un objetivo inalcanzable. Sabía que el día llegaría pronto, que cada vez faltaba menos, pero a la vez daba la sensación de que estaba a años luz. Quizá es que soy una negativa, seguro que lo soy, tenía esa sensación de: "Con la mala suerte que tengo, seguro que al final ni siquiera vamos a vivir juntos". Supongo que era un miedo normal, ya sabéis, ese temor a que los sueños y las cosas que más deseas conseguir se acaben desvaneciendo. Pero me equivoqué, ¡cuantísimas veces me equivoco! (Por suerte). Aquí estoy, compartiendo los días y las noches con Él. Durmiendo a su lado, despertando a su lado, viendo su ceño fruncido, escuchando sus gruñidos, embobándome con sus sonrisas, enamorándome de las marcas que me regala, y también de sus besos y caricias. Me lo da todo, no me canso de decirlo. Lástima que yo le haya obsequiado con un primer fin de semana de convivencia desastroso. No soy una persona que pueda fingir, por suerte o por desgracia tengo la capacidad de que cualquier sentimiento se me nota a simple vista y evidentemente Él, que de por si ya me conoce a las mil maravillas, imaginaos...
¿Qué me pasó? Pues vaya, no recuerdo unos días en los que estuviese tan triste. No paré de llorar pensando en mi familia, en todo lo que en cierto modo quedaba atrás. Me costó entender que no había porque ponerse así, que los cambios forman parte de la vida y que por supuesto mi familia sigue ahí, siempre ahí, queriéndome, cuidándome y apoyándome. (Esto es lo que sucede cuando una persona tiene lo que se suele llamar "mamitis", que luego, reacciona de un modo similar al que reaccioné yo).
Pensad lo que queráis, a mí este primer fin de semana me ha hecho aprender y entender muchas cosas. La principal: Soy una niña. Sí, soy una niña a la que los cambios le asustan, una niña que estaba muy acostumbrada a no asimilar los problemas, a no enfrentarse de verdad a la vida y pasarse los días soñando. Una niña que ha entendido que hay que pisar fuerte y llenarse de energía. ¡Soy muy tonta! ¡Mucho! Pero esta tonta va aprendiendo, tal vez despacito, no voy a negarlo, pero aunque parezca mentira lo que he aprendido estos días ha sido mucho más importante que cualquier otra lección. Una tiene que luchar por sus objetivos, cueste lo que cueste. Además, ¿de qué sirve lloriquear?

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