Muchas veces os he dicho que el BDSM ha supuesto en mí cambios muy grandes, eso es evidente, pero es que no puedo simplificar tanto las cosas. Ha sido y será mi salvavidas, eso os lo puedo asegurar. Una chica tan insegura y cargada de miedos como era yo, y... lo que soy ahora. Esa misma chica con la misma personalidad alocada y soñadora, sí, pero mucho más segura de si misma y de lo que quiere conseguir en la vida. Supongo que a eso también se le añade un proceso innato de maduración, ¿no? Al fin y al cabo, soy una persona muy joven y muy inexperta, no voy a darme aires de algo que no sería la realidad, como sabéis, soy la primera que se recuerda a si misma lo niña que es muchas veces, eso no es nada malo, simplemente es la verdad. Alguien me enseñó que asumir nuestros errores o nuestra forma de ser es el principio para poder cambiarlos y prosperar.
¿Pero a qué viene todo eso? Pues a que he llegado a un punto de no inflexión. Trataré de explicarme del mejor modo posible. Llevar tres años de relación con una persona ayuda mucho a saber leer en Él, a mirarle a los ojos y prácticamente saber lo que le pasa, si está enfadado, triste, contento, preocupado... sí, puedo decir con toda la seguridad del mundo que le conozco casi mejor de lo que me conozco a mi misma. Pero... ¿qué hacer cuando no sabes vivir sin el Dom?
Veréis, para mí, el Dom es esa parte innata en Él, ese instinto primario que saca muchas veces, ese lado sádico que tiene. Eso sin lo que yo ya no sé vivir. Pero a la vez Él es mi hombre, ese que me lleva al cine o a cenar, ese que me come a besos, que me hace cosquillas, se ríe conmigo y a los ojos de todo el mundo es mi novio. Porque lo es, sí, es mi pareja, pero... El Dom me ha creado dependencia. He llegado a un punto en mi vida en el que deseo tener al Dom las 24 horas del día, en el que pienso únicamente en sus castigos, en las sesiones, en mis errores y su manera de corregirlos, en la mirada que me pone que hace que me muera de miedo y a la vez excitación, no sé... no sé vivir ya sin eso. Incluso cuando a veces estamos sentados en el sofá, tranquilos, acariciándonos... algo en mí cambia y necesito que me agarre fuerte, que me apriete el cuello, me muerda, me abofetee...
Soy adicta a Él.
Es una maravilla ver cómo crece una relación tan maravillosa como la tuya, como la vuestra. Sois una inspiración, es bonito ver que es posible compaginar tantos sentimientos.
ResponderEliminarAcabo de ver el comentario aún hoy, Eli. Muchísimas gracias, ambos somos un caos, eso te lo aseguro, pero nos complementamos y vamos pasito a paso. Gracias por decirme eso tan lindo :3
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