domingo, 6 de julio de 2014

Esas extrañas mañanas de domingo...

Que hoy estoy muy ñoña es un hecho probado. Pero mucho, mucho. Realmente no sabría deciros si influye esto de que esté viendo vídeos estúpidos de pasteles y todas esas cosas, no sé porque lo hago tanto últimamente. Pero sea como sea ahora estoy en uno de esos momentos de: "¡Genial, quiero cocinar magdalenas de chocolate y dárselas toditas a mi Dueño, y que le encanten, y sacarle una sonrisa inmensa de esas con las que me deleita que hacen que mi corazoncito se derrita!". Lo sé, ahora mismo estoy comportándome totalmente como una cría, pero supongo que nadie puede ocultar su propia naturaleza durante mucho tiempo. Soy una cría, me guste más o menos, pero lo soy.

Sé que cada cual lleva su vida del modo que desea, del modo en el que es feliz. Con las relaciones de pareja creo que sucede lo mismo. En mi caso, mi pareja es mi Dueño, sí, mi Amo... o como vosotros deseéis llamarlo, pero no es eso únicamente, por suerte. Él es mi mejor amigo desde hace mucho, esa "media naranja" que todos deseamos encontrar algún día, esa persona que conoce todos tus secretos, tus miedos, las cosas que te hacen feliz, lo que te entristece... tus puntos débiles, los fuertes... absolutamente todo. Sin duda, creo que así es como debe ser, al menos yo no soy capaz de imaginarme una relación de otra manera.
Sabe como soy, y por supuesto, él es el primero que conoce mis errores y lo niña que puedo llegar a ser a veces, pero puedo decir con toda la seguridad del mundo que me ama tanto como yo a él, que esos errores que me caracterizan, que esa niñez que a veces le saca de quicio, también le enamora. Supongo que todo esto hace que nos sintamos vivos. No por cometer errores de vez en cuando o seguir siendo quien yo soy, dejo de ser más sumisa. Al fin y al cabo, ese sentimiento de sumisión me acompaña desde siempre, es algo que constantemente ha estado dentro de mí. Lo que me apasiona de mi Dueño además de muchas otras cosas es que él adora mi personalidad, que por nada del mundo permitiría que yo cambiase, que dejase de hacer las cosas que me gusta hacer, que actuase de una manera con la que no puedo actuar. Él quiere que yo sea como soy, yo misma a cada instante, y eso es algo que hay que agradecer.

No busquéis un Amo, buscad a VUESTRO Amo, porque ese... sólo hay uno.

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